Infancia, adolescencia, juventud, madurez y senectud. Seguro que has oído hablar alguna vez de las etapas de la vida. Hasta aquí nada nuevo.
¿Pero te has fijado en la cantidad de tópicos que giran en torno a este asunto?
Puede que los hayas escuchado más de una vez:
- Cuando somos niños disfrutamos de una etapa libre y despreocupada.
- De adolescentes vivimos en una miserable confusión.
- Recuperamos la felicidad siendo adultos, siempre que nos asentemos.
- Cuando somos ancianos nos volvemos más demandantes y gruñones.
Una manera fascinante de encorsetarnos, ¿no te parece?
Porque definir lo que se supone que debe ser en cada etapa de la vida, además de presionarnos, nos cierra la puerta a un montón de nuevas oportunidades.
¿Y sabes?
Conozco a mucha gente que tienda a juzgarse a sí misma en relación a este rasero social de lo establecido. Son personas, por lo general, que aspiran a alcanzar la vida que se supone que responde a estos patrones, especialmente a los relacionados con la necesidad de asentarse en la edad adulta.
Me explico.
Casarte, tener hijos, comprarte una casa… Afortunadamente, estas normas no escritas de lo establecido se han ido diluyendo con el paso del tiempo. Pero lo cierto es que todavía nos queda mucho camino por andar para evitar que nos aferremos a situaciones tóxicas que nos impiden avanzar por el simple hecho de que es «lo que toca hacer» en un determinado momento de la vida.
En este artículo vamos a reflexionar sobre esto y sobre la importancia de balancear las ideas de controlar y dejar fluir.
El orden de lo establecido
Cuando cumples la mayoría de edad, de algún modo, sales a la vida. Empiezas a estudiar una carrera o a trabajar, tienes tu primera relación seria y vives las primeras experiencias por ti mismo, sin tener que pedir permiso. Eres joven.
Pasan los años y, en la madurez, empiezas a forjar tu carrera profesional. Es posible que cambies de trabajo o de pareja, que tengas hijos, que te compres una casa, que hagas un gran viaje… Cada uno lo vivimos de una manera.
Porque afortunadamente ahora, con la nueva realidad y estilos de vida, el orden de lo establecido ha perdido peso. Puedes elegir no tener pareja con más libertad y menor miedo a ser juzgado, por ejemplo. O no comprar una casa y pagar un alquiler toda tu vida. ¡Puedes incluso irte a vivir a Indonesia y trabajar en remoto con tu ordenador!
Y aunque habrá quien te diga que se te pasa el arroz, probablemente no lo oirás de manera tan insistente como hace un par de décadas…
Hemos avanzando mucho y, si nos comparamos con países como China, donde a las mujeres que no tienen pareja se las defines como «sobrantes», tenemos mucho que agradecer. Por fortuna aquí ya no suceden estas locuras del pasado y podemos decir que somos una naranja completa. Salir adelante y ser plenamente felices no implica tener que llevar un anillo en el dedo anular. Y esto me parece genial.
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Dejar fluir o decir basta
Teniendo en cuenta todo lo que hemos hablado hasta ahora, ¿por qué crees que tantas personas se aferran a una pareja, a un jefe o a una situación que les hace la vida imposible? ¿Se debe quizás a que les cuesta romper con estos tópicos de lo establecido?
Te pongo un ejemplo:
Conoces a tu primera pareja y, aunque te haga la vida imposible, sigues ahí erre que erre, intentando fluir. La relación empieza a ser tóxica, la vida te está diciendo que lo dejes, pero tú continúas y te dejas ir, hasta que la situación te da una hostia que te hace despertar y decir basta. Y entonces te das cuenta de que tienes un montón de oportunidades que ni siquiera te habías planteado.
Esto mismo pasa con los amigos, con la familia y con muchos otros aspectos de la vida. Porque hay veces en las que hay que hacer un alto en el camino, mirar alrededor y tomar decisiones para desbloquear tu crecimiento personal, deshaciéndote de las personas y las situaciones que no te están aportando.
Las etapas de la vida
Todo se basa, por tanto, en vivir en libertad las etapas de la vida. Descubrir, aprender, desaprender y balancear las ideas de dejar fluir y decir basta, eligiendo qué y quiénes nos hacen más felices y más plenos.
Al final la vida va de esto, ¿no crees?
Todos conocemos a personas que en algún momento han estado aguantando una situación durante años que lo único que ha hecho es destrozarles por dentro. Y después, el tiempo de recomposición para volver a estar bien es larguísimo y te deja secuelas emocionales importantes.
Si conoces a alguien así, comparte con él o con ella este artículo.
Porque cuando hay que forzar mucho una situación, es que no encaja.
Y aunque a veces hay que acomodar las cosas para que fluyan, forzar las situaciones nunca es el buen camino.
Especialmente si no quieres acabar chocando, rozando o haciéndote daño a nivel personal, la idea de balancear las ideas de dejar fluir y decir basta puede ayudarte.
Estás aquí para vivir una vida lo más plena posible.
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